- No pasa nada - aseguró él encogiéndose de hombros.
- Sé cuánto echas de menos a Elizabeth.
- A todas horas. Sé que se ha ido, pero eso no impide que siga buscándola con la mirada. Lo único que ha cambiado es que estoy acostumbrándome al dolor. Es como descubrir un gran agujero en el suelo. Al principio te olvidas de que está ahí y caes una y otra vez. Con el tiempo, sigue estando, pero aprendes a bordearlo.
Este es un fragmento del último libro que he leído, al que voy a dedicar el post que escribo hoy por ser el día del libro: “El insólito peregrinaje de Harold Fry”, primera novela de Rachel Joyce.
La novela empieza con una carta inesperada que Harold Fry recibe, a la que sigue un acto irreflexivo que le embarca en un viaje de más de 500 millas, desde Kingsbridge en el sur de Devon, hasta Berwick-upon-Tweed, en el condado de Northumberland al norte de Inglaterra.
El que espere encontrar una novela divertida del estilo de “El abuelo que saltó por la ventana y se fue” pronto se dará cuenta de que no es así.
Rachel Joyce escribe un relato aparentemente sencillo pero es profundo, saca al protagonista de una vida monótona y gris y lo hace emprender un viaje de auto-descubrimiento; habla de amores perdidos, de recuerdos dolorosos, de soledad, de las decepciones que tenemos cada día y en su peregrinaje, Harold descubre las cosas maravillosas de la vida.
Descubre que las pequeñas cosas son importantes a través del simple hecho de poner un pie delante del otro y por la relación con las diferentes personalidades con las que se encuentra en el camino.
Me ha encantado la descripción minuciosa de la naturaleza y del paisaje que atraviesa, sobretodo cuando transcurre por Devon, porque es un entorno que no me es ajeno y como he manifestado en repetidas ocasiones en el blog, me fascina.
Este es un fragmento del último libro que he leído, al que voy a dedicar el post que escribo hoy por ser el día del libro: “El insólito peregrinaje de Harold Fry”, primera novela de Rachel Joyce.
La novela empieza con una carta inesperada que Harold Fry recibe, a la que sigue un acto irreflexivo que le embarca en un viaje de más de 500 millas, desde Kingsbridge en el sur de Devon, hasta Berwick-upon-Tweed, en el condado de Northumberland al norte de Inglaterra.
El que espere encontrar una novela divertida del estilo de “El abuelo que saltó por la ventana y se fue” pronto se dará cuenta de que no es así.
Rachel Joyce escribe un relato aparentemente sencillo pero es profundo, saca al protagonista de una vida monótona y gris y lo hace emprender un viaje de auto-descubrimiento; habla de amores perdidos, de recuerdos dolorosos, de soledad, de las decepciones que tenemos cada día y en su peregrinaje, Harold descubre las cosas maravillosas de la vida.
Descubre que las pequeñas cosas son importantes a través del simple hecho de poner un pie delante del otro y por la relación con las diferentes personalidades con las que se encuentra en el camino.
Me ha encantado la descripción minuciosa de la naturaleza y del paisaje que atraviesa, sobretodo cuando transcurre por Devon, porque es un entorno que no me es ajeno y como he manifestado en repetidas ocasiones en el blog, me fascina.
Es un relato con muchos encantos, es una constante
reflexión desde la sencillez de lo cotidiano a la complejidad de los sentimientos
que todos encerramos en lo profundo de nuestro corazón y tiene su dosis de
humor y sátira, pero la justa; el lector que no guste de temas que hacen pensar
tal vez no termine la novela.
Os la recomiendo, me ha gustado mucho y me ha
recordado otra novela que me encantó, “ El curioso incidente del perro a
medianoche” de Mark Haddon, también un autor ingles, un relato muy
entretenido pero de profundo calado.
* itinerario de Harold por Inglaterra
** paisaje de Exmoor (marzo 2013)
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