.....y continúa
Muchos, muchísimos, reconocemos que estamos en duelo aunque no hayamos sufrido la muerte de un ser querido en esta pandemia.
El duelo, del latín dolus
(dolor) y en ingles grief, es la respuesta emotiva a la pérdida de alguien o de
algo, y ¿quién no ha perdido algo en este último año?
Cada pérdida supone un duelo, y
la intensidad del duelo no depende de la naturaleza de lo perdido, sino del
valor que le atribuimos, de los sentimientos y emociones que nos inspira lo que
ya no tenemos.
Por lo tanto, el proceso de
duelo está presente siempre que tiene lugar una pérdida significativa, siempre
que perdemos algo que para nosotros tiene valor, un valor que puede ser real o
simbólico, consciente o inconsciente.
Nasrudin Hodja andaba por su pueblo diciendo:
- He perdido la mula, he perdido la mula, estoy desesperado, ya no puedo vivir.
- ¡No puedo vivir si no encuentro mi mula!
- Aquel que encuentre mi mula va a recibir como recompensa...¡mi mula!
Y la gente a su paso le gritaba:
- ¡Estás loco, totalmente loco! ¿Estás desesperado porque perdiste la mula y ofreces como recompensa la propia mula?
Y Nasrudin contesta:
- Sí, porque a mí me molesta no tenerla, pero mucho más me molesta...¡haberla perdido!
Este cuento de la tradición popular Sufi nos puede ampliar la visión de la pérdida y su significado personal.
El luto con frecuencia acompaña
al duelo. Mientras que el duelo es una experiencia y un proceso personal, el
luto es la manera en que se expresa el duelo en público; son manifestaciones más
o menos formalizadas y muy influidas por la cultura.
Durante el duelo experimentamos, casi invariablemente, momentos de tristeza. En Lucerna llamó poderosamente mi atención la expresión de la cara de una escultura en piedra, el León de Lucerna, de la que Mark Twain dijo: "es el trozo de piedra más triste, conmovedor y contundente del mundo".
Aunque habitualmente se
considera el duelo como una respuesta emocional a una pérdida, el duelo también
tiene una dimensión física, cognitiva, conductual y filosófica.
La persona que está pasando por
un proceso de duelo puede presentar problemas de concentración, momentos de
inquietud y ansiedad, perdida de apetito, tristeza, rabia, llanto, depresión, insomnio, cansancio o
debilidad y sentimiento de soledad.
A efectos prácticos, puede servir el modelo de Kübler-Ross, formulado a finales de los años 60, para entender el duelo. Este modelo define el duelo como un proceso dividido en cinco etapas que a partir del momento de la pérdida se van sucediendo hasta recomponer el equilibrio inicial. Las etapas establecidas por esta autora son: fase de negación, fase de ira, fase de negociación, fase de tristeza y fase de aceptación.
Estas fases son un proceso y no
secuencias o etapas fijas, de tal manera que no existe un corte claro entre una
y otra fase, y existen fluctuaciones entre ellas.
Hay autores que no están de
acuerdo con el modelo de Kübler-Ross; Neimeyer, por ejemplo, explica el duelo considerando
variables personales, familiares y culturales. Estos aspectos son muy
importantes y confieren un perfil único a cada proceso de duelo.
Pero el conocer las manifestaciones y las fases del duelo tienen utilidad práctica, si entendemos que las fases son un esquema orientativo y no rígido, nos puede orientar a la hora de saber en qué situación se encuentra la persona en su proceso de duelo.
Cuando Neimeyer critica las
etapas de Kübler-Ross, olvida que la propia autora matiza que estas fases no
siempre se suceden de una manera ordenada y secuencial, y tampoco se producen
en su totalidad en todos los casos.
Neimeyer considera que el
concepto de etapa favorece la creencia de que la persona en un proceso de duelo
tiene un papel pasivo. Prefiere hablar de desafíos, subrayando así la
importancia del papel activo que las personas deben adoptar para la resolución en su duelo. La
persona que sufre una pérdida debe desarrollar una serie de tareas, ha de
enfrentarse a lo que denomina desafíos del duelo.
Los desafios también son cinco: el primer desafío es reconocer
la realidad de la pérdida, el segundo abrirse al dolor, el tercero revisar
nuestro mundo de significados, el cuarto reconstruir la relación con lo que se
ha perdido y por último reinventarnos a nosotros mismos y seguir viviendo.
Por elaboración del duelo se
entiende el transcurso del proceso desde que la pérdida se produce hasta que se
supera, y depende como podéis imaginar de muchos factores, unos personales y
otros ambientales.
La madurez emocional ayuda a
reconocer y expresar las emociones.
La salud física y mental
influyen y mucho, es lógico que si se tiene una enfermedad física o se padece
un problema emocional el proceso sea más
complejo.
También condiciona la resolución
del duelo el auto-cuidado, y me refiero a la capacidad para cuidarnos física y emocionalmente; si
sabemos reconocer lo que nos hace sentir bien y lo que nos ayuda en esos
momentos, tenemos una gran ventaja.
Y ¡cómo no! la resiliencia, en
mi opinión importantísima; el que es capaz de adaptarse a una adversidad, a una
situación traumática y dolorosa y la transforma en una oportunidad de
crecimiento personal y de aprendizaje vital, tiene mucho ganado.
Y no podemos olvidar la espiritualidad: la religión, la fe, las creencias, pueden actuar como bastón de ayuda en el proceso de duelo.
Hemos de tener siempre en cuenta
que las manifestaciones de duelo no son universales, generalizables, sino que dependen de la cultura en las que suceden.
Creo que si has leído hasta
aquí, ya más o menos tienes claro por que digo que muchos estamos de duelo y cada
uno por un motivo diferente.
Continuará.....
- El descendimiento de Rogier van der Weyden, detalle de las lagrimas de san Juan y de Maria Salome. Museo del Prado.
- Escultura de Thorvaldsen en honor a los más de 700 guardias suizos que servían a Luis XVI y murieron en agosto de 1792 en manos de los revolucionarios que asaltaron el palacio de las Tullerias.
- En la puerta de la eternidad (1890) - Vicent van Gogh. Museo Kröller-Müller.