Hace unos
días estuve en Bolonia, una ciudad muy interesante con el mayor casco antiguo medieval de Europa. En la baja Edad Media
fue allí donde ocurrió la historia que os voy a contar.
Corría el
año 1334, mientras el Papa Juan XXII estaba en Aviñón, su delegado en
Bolonia decidió declarar la guerra a
Ferrara. La situación de Ferrara permitía tener un
control de las rutas comerciales y en general de todas las comunicaciones por el estuario del Po hacía el golfo de Venecia.
El ejército del legado pontificio se componía de tropas provenzales, apoyados por soldados bretones,
al mando de un famoso general francés,
el conde D'Armeniac.
También
reclutaron a jóvenes boloñeses asegurándoles que la guerra iba a ser rápida y
sin inconvenientes y sacrificios para la población de Bolonia.
Cuando se
encontraban en la llanura del Po, para llegar hasta Ferrara y cruzar el río,
construyeron un enorme puente de madera; en el momento en el que los boloñeses
estaban sobre el puente, las tropas de Ferrara y los soldados venecianos que
habían acudido en auxilio de sus aliados, cortaron las cuerdas
que lo sujetaban y se derrumbó con gran estrépito cayendo al río todos los
desgraciados soldados que estaban encima
del puente en ese preciso momento.
La batalla
se convirtió en un desastre para el ejército papal. Sólo
la mitad de lo jóvenes boloñeses regresó a su ciudad y además en muy mal estado.
El legado y sus hombres tenían
buenas razones para temer que se produjeran disturbios
entre la población y por ello se hicieron fuertes en Bon
Castello tras saquear
la ciudad y haber acaparado todos los víveres que encontraron a su paso.
Bon Castello era una imponente fortaleza que se encontraba en el centro de Bolonia,
A los
habitantes del lugar, se les ocurrió una idea sin precedentes: decidieron
atacar la fortaleza, que en principio parecía inexpugnable, con
estiércol. Empezaron por desviar las cloacas hacia las cañerías que abastecían
de agua el castillo.
Colocaron
ballestas y catapultas alrededor para lanzar los excrementos, salvando las
murallas, para que cayeran en el interior de la fortaleza. La lluvia
de mierda, ¿por qué no decirlo,? que se precipitó sobre el castillo, dejó
atónitos a los asediados.
Cada vez
llegaban más aliados de los boloñeses trayendo carros y carros de excrementos
para apoyar esta singular batalla.
Y no faltó
a la cita ningún buen boloñés que cada mañana no bajara de su casa sus “necesidades”
hechas por la noche, para entregárselas a los que cargaban las ballestas.
Aportar las
heces casi se convirtió en un deber social. Y los que mayor cantidad de mierda aportaban, tanto ellos como
sus familias, eran vistos con respeto y
admiración.
La gente de la región acudía a disfrutar del espectáculo, y los padres les decían a sus hijos:
"Si eres bueno, el domingo te
llevaremos a ver la lluvia de mierda que se lanza contra los
hombres del Papa".
Un cronista de la época dice
que en aquel castillo había
suministros acumulados
suficientes para resistir un asedio durante al menos dos años, pero a los 15 días los asediados levantaron la
bandera blanca y se rindieron, no podían resistir más la pestilencia, las
moscas y la suciedad que inundaba el recinto; abrieron las puertas de la
muralla de la fortaleza y salieron para alejarse cuanto antes de la ciudad y
nunca más volver.
Esta parte
de la historia ha sido silenciada por los historiadores oficiales. ¡La censura
funcionó!
Pero estos
hechos, cuya veracidad es difícil de probar por no estar debidamente
documentados, han sido dados a conocer por Darío Fo ya que fueron la fuente de inspiración para escribir su
monólogo de ficción histórica “Il tumulto di Bologna”.
* foto tomada en Bolonia el 2 de noviembre de 2013
** imágenes tomadas de Internet.
1 comentario:
Debes de trabajar un monton para poder escribir todo esto. Muy interesante. Gracias por cultivarnos
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