sábado, 30 de noviembre de 2013

Torre degli Asinelli



 
 
Si vas a Bolonia no te pierdas las maravillosas vistas desde lo alto de los 97 m de la torre Asinelli. El esfuerzo de subir los 498 escalones vale la pena, se ve recompensado.
Al ver las fotos ¿no creéis que tengo razón?
 
* fotos tomadas el día 1 de noviembre

miércoles, 27 de noviembre de 2013

La revuelta de Bolonia

Hace unos días estuve en Bolonia, una ciudad muy interesante con el mayor  casco antiguo medieval de Europa. En la baja Edad Media fue allí donde ocurrió la historia que os voy a contar.

Corría el año 1334, mientras el Papa Juan XXII estaba en Aviñón, su delegado en Bolonia  decidió declarar la guerra a Ferrara. La situación de Ferrara permitía tener un control de las rutas comerciales y en general de todas las comunicaciones por el estuario del Po hacía el golfo de Venecia.
El ejército del legado pontificio se componía de tropas provenzales, apoyados por soldados bretones, al mando de un famoso general francés, el conde D'Armeniac.
También reclutaron a jóvenes boloñeses asegurándoles que la guerra iba a ser rápida y sin inconvenientes y sacrificios para la población de Bolonia.
Cuando se encontraban en la llanura del Po, para llegar hasta Ferrara y cruzar el río, construyeron un enorme puente de madera; en el momento en el que los boloñeses estaban sobre el puente, las tropas de Ferrara y los soldados venecianos que habían acudido en auxilio de sus aliados, cortaron las cuerdas que lo sujetaban y se derrumbó con gran estrépito cayendo al río todos los desgraciados soldados que estaban encima del puente en ese preciso momento.
La batalla se convirtió en un desastre para el ejército papal. Sólo la mitad de lo jóvenes boloñeses regresó a su ciudad y además en muy mal estado.
El legado y sus hombres tenían buenas razones para temer que se produjeran disturbios entre la población y por ello se hicieron fuertes en Bon Castello tras saquear  la ciudad y haber acaparado todos los víveres que encontraron a su paso. Bon Castello era una imponente fortaleza que se encontraba en el centro de Bolonia,
A los habitantes del lugar, se les ocurrió una idea sin precedentes: decidieron atacar la fortaleza, que en principio parecía inexpugnable, con estiércol. Empezaron por desviar las cloacas hacia las cañerías que abastecían de agua el castillo.
Colocaron ballestas y catapultas alrededor para lanzar los excrementos, salvando las murallas, para que cayeran en el interior de la fortaleza. La lluvia de mierda, ¿por qué no decirlo,? que se precipitó sobre el castillo, dejó atónitos a los asediados.
Cada vez llegaban más aliados de los boloñeses trayendo carros y carros de excrementos para apoyar esta singular batalla.
Y no faltó a la cita ningún buen boloñés que cada mañana no bajara de su casa sus “necesidades” hechas por la noche, para entregárselas a los que cargaban las ballestas.
Aportar las heces casi se convirtió en un deber social. Y los que mayor cantidad de mierda aportaban, tanto ellos como sus familias, eran vistos con respeto y admiración.
La gente de la región acudía a disfrutar del espectáculo, y los padres  les decían a sus hijos: "Si eres bueno, el domingo te llevaremos a ver la lluvia de mierda que se lanza contra los hombres del Papa".
Un cronista de la época dice que en aquel castillo había suministros acumulados suficientes para resistir un asedio durante al menos dos años, pero a los 15 días los asediados levantaron la bandera blanca y se rindieron, no podían resistir más la pestilencia, las moscas y la suciedad que inundaba el recinto; abrieron las puertas de la muralla de la fortaleza y salieron para alejarse cuanto antes de la ciudad y nunca más volver.
 
Esta parte de la historia ha sido silenciada por los historiadores oficiales. ¡La censura funcionó!
Pero estos hechos, cuya veracidad es difícil de probar por no estar debidamente documentados, han sido dados a conocer por Darío Fo ya que fueron  la fuente de inspiración  para escribir su monólogo de ficción histórica “Il tumulto di Bologna”.
 
* foto tomada en Bolonia el 2 de noviembre de 2013
** imágenes tomadas de Internet.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Tapeley


Amaneció el día con un sol espléndido pero con viento, algo bastante habitual en el Norte de Devon. Habíamos decidido la noche anterior ir a pasear y a comer a Fremington Quay, pero Lucia, con muy buen criterio, modificó el plan inicial y nos llevo a Tapeley Park. Ya habíamos estado en otra ocasión, pero esta vez he disfrutado mucho más del lugar porque prácticamente estábamos solos.
Tapeley en el estuario del Torridge, es una casa de campo de unos 6000 acres, cerca de de Westleigh.

La casa en sí es una obra imponente de neoclasicismo victoriano, está situada sobre una colina desde la que se disfruta de una vista panorámica realmente impresionante, se puede divisar en ocasiones hasta la isla de Landy.
La propiedad cuenta con espléndidos jardines, una terraza de estilo italiano, huertos, bosques y un jardín de permacultura. Un lugar con una belleza singular, difícil de expresar con palabras, en el que se respira un ambiente especial.

Entramos en la pequeña cafetería para pedir la comida y se acercó un hombre joven, informalmente vestido, muy afable, portando cuatro peras en la mano; como conoce a Lucía la saludó, habló un rato con ella y nos lo presentó: era Héctor Christie, el dueño de esta singular  propiedad. Nos regaló las peras y se despidió con la misma amabilidad y sencillez con la que se había presentado.
Comimos en el jardín al sol y dimos un paseo por los jardines, este lugar verde y hermoso está lleno de sorpresas.

La historia de Tapeley es fascinante, pertenece desde final del siglo XIX a la familia Christie, al unirse en matrimonio Agnes Clevland con William Langham Christie en 1855.
El lugar pertenecía a los Giffards desde los tiempos de Enrique VIII. El capitán William Clevland, un escocés de Lanarkshire, naufragó en la bahía de Bideford, paseando por la playa al ver tan hermoso lugar decidió establecer su casa en él. Si fue por un naufragio o porque sencillamente desde su buque divisó con el telescopio la colina y le gustó poco importa, el caso es que allí construyó su casa. Un sobrino nieto de William, John Clevland,  fue director del hospital de Greenwich, siguió la carrera parlamentaria, representando a  Barnstaple durante más de cuarenta años y fue el padre de Archibald Clevland y de Agnes Clevland.
Tapeley sufrió importantes modificaciones cuando William Christie y Agnes modificaron la fachada de la casa poniendo ladrillo rojo de estilo victoriano. Atrás quedó la casa blanca que  había atraído al capitán Clevland. En 1882, el hijo mayor del matrimonio Christie, Augusto Langham Christie, se casó con lady Rosamunde, perteneciente a una de las familias de más abolengo del condado, era hija del conde de Portsmouth y nieta del conde Fortescue. Ella tuvo una profunda influencia en Tapeley.

La primera impresión que le causó la casa en el invierno de 1881, poco antes de casarse con Augusto, fue deprimente,  le pareció una casa de estuco de estilo georgiano muy simple y bastante lúgubre, muchas de las ventanas de la fachada habían sido cegadas. Después de la guerra de Crimea, el gobierno se encontraba en una crisis financiera importante e impuso un impuesto sobre “las ventanas” y esa fue la razón por la que sus suegros, para no pagar tanto dinero, habían tabicado las ventanas.
En 1894 lady Rosamunde contrató a Sir John Belcher para remodelar la casa e hizo construir jardines en terrazas orientadas  hacia el sur. La casa en manos de John Belcher adquirió su actual aspecto. A lady Rosamunde le gustaba ahorrar un poco de dinero cada año para gastar en Tapeley, su residencia de verano, la amuebló y decoró con trabajos de los mejores artesanos de su época, en especial de los talleres de William Morris. En Tapeley se conserva una de las mejores colecciones de obras de este artista y su estado de conservación es muy bueno “gracias” a la renuncia de Héctor a calentar con calefacción la casa y a abrir las cortinas.
Después de la muerte de Augusto Christie en 1930 y Lady Rosamonde en 1936, Tapeley pasó a John Christie, que desde 1920 también era dueño de una finca en Glyndebourne, Sussex.
John Christie en 1931 se casó con la soprano canadiense Audrey Mildmay y construyó un teatro de ópera en un anexo a la casa para que su esposa no tuviera que desplazarse hasta Londres para cantar, pero la historia del teatro y del festival de opera de Glyndebourne es otra historia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la casa de Tapeley fue utilizada para acoger a los niños de  Plymouth que habían perdido su casa y su familia en los bombardeos. También, durante dos años, fue utilizada como un hotel antes de volver a ser una residencia privada como se mantiene en la actualidad.
John prefería vivir en Glyndebourne y Tapeley estaba algo abandonada. Su hijo George Christie heredó Glynderbourne y su hija Rosamunde Tapeley.
Lady Rosamunde vivió en Tapeley desde 1970 hasta 1988, tiempo durante el cual se abrió la casa y el jardín al público. Lady Rosamunde era una persona muy original, se paseaba por la casa con un loro sobre la cabeza, vivía con austeridad y era partidaria de hacer las cosas por ella misma; en mi opinión esa fue la razón por la que legó la propiedad a su sobrino favorito, Héctor, que también es un espíritu libre, rebelde, inconformista, un ecologista convencido y activista antiglobalización.
Héctor es el mayor de los 4 hijos de George Christie, y teóricamente el heredero de Glyndebourne; se cuenta que cuando tenía 19 años y su hermano Augusto 16 años, echaron a suerte las propiedades familiares. Ponen en boca de Héctor lo siguiente: "Estábamos en un club nocturno de Brighton y Gus me sugirió que lanzáramos una moneda para ver cual de los dos heredaría Glyndebourne”, Héctor ganó pero le dijo a su hermano que le cedía Glyndebourne y se quedaba Tapeley, donde había pasado los felices veranos de su infancia, decisión de la que no se habrá arrepentido porque no me puedo imaginar a Héctor al frente de Glyndebourne ni del festival de opera.
Lady Rosamunde adoraba a su sobrino, con quien compartió su vena anárquica y el sentido del humor. Héctor, que tenía 26 años cuando se hizo cargo de Tapeley, convirtió la magnífica propiedad en una comuna hippy. Pero eso ya pertenece al pasado. Hace unos años decidió recuperar el control, hacer trabajos de restauración en la casaaprovechar la colección Morris para atraer a los amantes de las antigüedades y seguir cultivando hortalizas orgánicas y criando animales: cerdos, corderos y ganado bovino de la raza Highland, ha creado uno de los mejores jardines de permacultura del país.
Hector quiere hacer de Tapeley un lugar sostenible y con futuro.
Tapeley Park tiene un encanto especial, de alguna manera indefinible, es un lugar al que volver una y otra vez, siempre se descubre algo nuevo.

6000 acres son 24.281.139 m²
* Fotos tomadas el día 11 de octubre excepto la obra de William Tomkins (1770)
Permacultura es un sistema de diseño sostenible , haciendo hincapié en la relación armoniosa de los seres humanos, las plantas, los animales y la tierra. Esuna forma de vida que nos permite sacar el máximo provecho de nuestros recursos, reduciendo al mínimo los desechos y de forma consciente para no causar daño al medio ambiente.
Anécdota :Como lady Rosamunde se paseaba con un loro sobre su cabeza, un grupo de japoneses visitantes de la casa, cuando les dieron unas bolsas para colocarse en los zapatos para proteger el suelo, pensaron que eran para ponerlas en la cabeza para protegerse del loro.
William Morris (Inglaterra 1834-1896) fue un artesano, impresor, poeta, escritor, activista político, pintor y diseñador, fundador del movimiento Arts&Crafts. Estuvo estrechamente vinculado a la Hermandad Prerrafaelita, movimiento que rechazaba la producción industrial en las artes decorativas y de la
arquitectura, y propugnaba un retorno a la artesanía medieval, considerando que los artesanos merecían el rango de artistas. (Wikipedia).