miércoles, 27 de febrero de 2019

Los ficus de Valencia

En mi primer viaje a Buenos Aires, al salir del Cementerio de la Recoleta, vi en la plaza que hay ante la puerta, un árbol inmenso que todos admiraban y fotografiaban. Se trata del “gomero de la Recoleta”, un Ficus Elastica que a fines del siglo XVIII,  llevó fray Francisco de Altolaguirre desde España a Argentina, se lo entregó a su hermano Martín José de Altolaguirre que lo plantó en la finca que tenía en la Recoleta. Tiene su lugar en Tripadvisor, está situado en el puesto 100 de 808 cosas que hacer en Buenos Aires.
Entonces pensé en los enormes ficus que tenemos en Valencia, que no tienen lugar en Tripadvisor y por cotidianos, no son admirados como merecen.
En Valencia tenemos cuatro ejemplares de Ficus Macrophylla magníficos.

El más monumental de los cuatro, con una altura de más de 24 metros, se encuentra en los jardines del Parterre, junto a la gasolinera de la plaza de Alfonso el Magnánimo. Sus raíces deben de estar en intima relación con los depósitos de gasolina; la gasolinera aún está en funcionamiento pero por poco tiempo, este mes de febrero el ayuntamiento ha llegado al acuerdo de desmantelar esta estación de servicio por el peligro que supone que las poderosas raíces del viejo árbol, rompan los tanques de gasolina y acabe muriendo.

Los otros tres ficus están muy próximos, en los jardines de la Glorieta, enfrente del Palacio de Justicia, construido a final del siglo XVIII como Aduana de Valencia.

Fueron plantados en 1852 por accidente, confundidos entre los 47 magnolios que se instalaron aquel año en el jardín.
Los jardineros actuales los consideran unos titanes, seres excepcionales, capaces de resistir todo, desde guerras hasta la riada de 1957.
Los ficus, a diferencia de los magnolios, emiten raíces aéreas para facilitar el apoyo del peso de las ramas y lograr más agua y sales minerales.  En febrero de 2016, la concejalía de jardines puso en marcha una experiencia pionera en Valencia, procurando facilitar el crecimiento de las raíces aéreas para que lleguen en buenas condiciones hasta la tierra, donde si arraigan, se fijarían al suelo para proporcionar una mayor estabilidad.
Eligieron dos raíces aéreas de uno de los ficus de la Glorieta, se trenzaron, sobre el trenzado se dispuso una capa de fibra de coco con un poco de compost para mantener sujeta y húmeda la estructura, después una capa de carrizo para darle un apoyo con cierta rigidez y finalmente, una última capa de fibra de coco, protegiendo el montaje, a la  vez que se consigue oscuridad en el interior, ya que las raíces necesitan oscuridad para crecer. Toda esta estructura se prolongó hasta llegar a tierra, donde quedó sepultada. Un enrejado externo la protege y tiene carteles informativos.Tras un año de espera se procedió a la apertura de la estructura y se comprobó que las raíces de 2,40 metros habían crecido a lo largo de toda la estructura hasta el nivel del suelo, confirmando el resultado positivo de esta experiencia.

Espero que la entrada que he dedicado a los ficus del Parterre y la Glorieta os haya gustado. Si los vierais, os dejarían con la boca abierta, yo cada vez que paso junto a ellos me detengo para admirarlos.